En este apartado intentaremos analizar la función que tiene el lenguaje visto desde la perspectiva de Gloria Anzaldúa en la segregación y creación de identidades; la memoria, como des-activadora del olvido, utiliza la función testimonial del lenguaje para buscar puntos de encuentro con otras identidades periféricas en pugna con la hegemonía blanca anglosajona. Además, intentaremos demostrar que la propuesta de escritura de Gloria Anzaldúa utiliza la división del texto en ensayo y poesía no sólo por la permisión temática que hace cada uno, sino porque esta bipartición se encuentra fundamentada en la traducción que en los códices prehispánicos se hace de la palabra (floy y canto) a escritura e imagen. Las tintas utilizadas en la escritura, negra y roja (tlilli, tlapalli), guardan una estrecha relación con la forma en la que la matáfora y el símbolo se sirven para comunicar la existencia.
Posteriormente partimos de la tesis de Anzaldúa sobre su propia escritura (que dota de existencia) para ver cómo el acto preformativo -que escapa a la tradición filosófica pendiente sólo de los actos descriptivos- crea un palimpsesto que parte de una tradición periférica como la nahua para proponer una nueva lengua con un nuevo sistema de escritura en el que ésta y quien la escribe se vuelven parte de un gran texto, esta performatividad en la escritura dota de existencia a los individuos y a las multitudes. Anzaldúa muestra su propia escritura como una serie de actos vivos que, mediante una función ritual inspirada en el sistema de generación nahua de la palabra, encuentra en la escritura el mejor medio para hacer de los actos performativos los creadores de nuevas identidades múltiples.
Memoria y escritura testimonial en Borderlands
La frontera, en palabras de Gloria Anzaldúa, tiene una fecha de nacimiento. La línea divisoria entre México y Estados Unidos emprendió un viaje migratorio para dejar atrás los territorios de lo que hoy es Texas, Nuevo México, Arizona, Colorado y California: los ahora “estados fronterizos”. El 2 de febrero de 1848 la frontera, desterrada, tuvo que moverse dejando a 100,000 ciudadanos mexicanos bajo la prohibición de hablar su lengua. Es entonces cuando Anzaldúa da cuenta del comienzo de la fiction of white superiority[1]: “Con el destierro y el exilio fuimos desuñados, destroncados, destripados – we were jerked out by the roots, truncated, disemboweled, dispossesed, and separated from our identity and our history.”[2]
Tras el exilio se pone en evidencia la conexión que la escritora traza entre lengua, identidad y memoria. Un rasgo importante de la escritura de Gloria Anzaldúa radica en la necesidad de recurrir al testimonio –a las voces de su madre, abuela y a la suya propia– para acompañar los temas abordados en el libro. En el “Preface to the first Edition”, la autora define el objetivo: invitar a conocer el nuevo lenguaje de the Borderlands ante la coyuntura de las culturas y las lenguas. Como mujer fronteriza, Anzaldúa plantea la necesidad de escribir un libro que hable de su propia existencia. Es una manera de decir, de narrar, de comunicar y de mostrar la vida en las fronteras como fenómeno que efectivamente cobre existencia ante los ojos del lector.
El exilio de la familia en Borderlands comienza con la pérdida de la tierra que habita y trabaja. Anzaldúa mezcla los fragmentos que cuentan la vida de una familia, también por partes, para hablar del destierro aún ante la muerte. La necesidad de usar la voz propia, de contar la propia historia, guarda una estrecha relación con la forma en la que Borderlands fue escrito; se trata de contar fragmentos de historia para salvaguardar la memoria y dar cuenta de la existencia:
La idea de descomponer la memoria se acerca más a las “memorias en negativo” de Benjamín que a las teorías más usuales sobre la autobiografía. Aquel que escribe sobre sí mismo lo hará entonces a través de fragmentos, de “añicos”, no de “reliquias”. Lo autobiográfico no está visto como reconstrucción (“transcripción”) de anécdotas –lo anecdótico convoca una cierta carga de muerte– sino como reflexión sobre procesos internos.[3]
De ahí que la historia de la familia no sea contada por completo ni sea la trama central del libro: es parte de un proceso interno de escritura y reescritura que Gloria Anzaldúa formula desde la propuesta estética hasta el sentido de demanda política contenido en el texto. De principio a fin, Borderlands es sostenido por una compleja estructura en la que la escritura misma se ve envuelta en el uso del pasado mítico y la migración de la lengua –y de las personas con ella–.
Quienes despojaron a Mama Locha –la abuela paterna de la voz narrativa– también cercaron el cementerio impidiendo visitar las criptas de los ancestros; tampoco Mama Locha pudo ser enterrada al lado de su esposo como hizo prometer. “Keep out. Traspassers will be shot.”, es la frase escrita en la cerca del cementerio y, con este gesto, la white superiority no sólo administra el derecho sobre los cuerpos y la tierra, también establece una sentencia que no es de ninguna manera cuestionable ni imposible de ejecutar. El sentido de propiedad privada da el derecho de disparar sobre todo aquel que traspase sus límites; las razones que alguien tenga para entrar evidentemente no importan ante la advertencia que consta por escrito. La administración de la memoria, el derecho a decidir qué se recuerda y qué se olvida recae en quien impide cumplir una necesidad básica de la memoria: enterrar a los muertos. Depositar el cuerpo en la tierra no sólo nos habla del retorno de éste al origen, para los dolientes este acto representa la materialización del recuerdo ante la ausencia: un lugar para ir a recordar al ausente. El sepulcro, como signo lingüístico, se vuelve la materialización de la persona muerta: al hablarle al sepulcro, los dolientes le hablan al desaparecido.
Esta forma de construir la memoria, a través de fragmentos de la historia familiar guarda una estrecha relación con la estructura narrativa que sostiene al texto. A simple vista, es notable la división de Borderlands / La Frontera en dos partes: en la primera se reconoce claramente el carácter ensayístico en el que la autora cita trabajos académicos como los de Miguel León-Portilla o Ángel María Garibay pero también recurre a la narración fragmentaria de escenas de su vida; la segunda parte se compone enteramente de poesía en la que refuerza el carácter colectivo de una narración que parte de lo individual.
[1] Gloria Anzaldúa, Borderlands/La Frontera. The New Mestiza, 2ª ed., Aunt Lute Books, San Francisco, 1999. p. 29. En adelante Borderlands.
[2] Op.cit., pp. 29-30.
[3] Sandra Lorenzano, Escrituras de sobrevivencia. Narrativa argentina y dictadura, Universidad Autónoma Metropolitana. Unidad Iztapalapa / Beatriz Viterbo editora / Miguel Ángel Porrúa, 2001 p. 105.
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